viernes, 15 de agosto de 2014

LAS LAGRIMAS DE DIOS SOBRE GAZA

Para quien esto escribe, el hombre recibió de Dios inteligencia y la capacidad de obrar de acuerdo a su libre albedrio, según las circunstancias y aplicando los valores que le permiten la convivencia con sus semejantes y en general con su entorno. El uso de la inteligencia ha permitido el desarrollo del ser humano en sociedad, obteniendo importantes logros que le han permitido llegar a la luna y viajar al espacio, con misiones consideradas casi imposibles y que han ampliado notablemente el conocimiento del hombre.

Desafortunadamente estos avances han traído consigo innumerables ingenios de destrucción, que irracionalmente han sido usados para satisfacer mezquinos intereses de algunos países y en ocasiones de grupos empresariales y financieros. En este año del 2014 se conmemora el inicio de La Primera Guerra Mundial, una de las guerras más sangrientas y torpemente dirigidas por militares que estaban dispuestos a gastar los recursos humanos, como si no tuvieran valor. Las batallas del Marne y la de Verdun, son un ejemplo de dicho concepto.



Desde la comodidad de sus despachos y mirando mapas, los altos jefes decidían mover miles de tropas en  batallas de desgaste, tropas que rápidamente se convertían en cadáveres de hombres jóvenes en la flor de la edad, rompiendo  familias, ilusiones y sueños. Únicamente se necesitaron 20 años para que se iniciara otro conflicto de tal dimensión, que fácilmente opacó a La Primera Guerra Mundial, me refiero al conflicto que comenzó el día uno de septiembre de 1939, conocido como La Segunda Guerra Mundial, de dimensiones en muertos y daños  verdaderamente monstruosas. Han seguido guerras en Corea y en Vietnam e innumerables conflictos de menor escala en diversas partes del mundo, todos ellos con sus consecuencias de brutalidad e inhumanidad; que parece ser la esencia de la guerra.

En estos días estamos enterándonos de una guerra de menor escala, pero no por ello exenta de los horrores propios de un conflicto, me refiero al que pareciera no tener fin, el de los israelíes y los palestinos. Resulta difícil decir quien tiene la razón y quien es el malo y quien el bueno; este conflicto tiene profundas raíces que se pierden en la obscuridad de la historia, siendo lo más trágico que ambos son descendientes de tribus semitas y únicamente separados por sus creencias religiosas.



Los medios de comunicación nos permiten casi inmediatamente enterarnos de las noticias de esta confrontación y es evidente que el ejercito israelí lleva  las de ganar y ha destruido edificaciones civiles causando muchos muertos, desgraciadamente civiles la mayoría. Israel ha reaccionado a los constantes lanzamientos de cohetes por parte de Hamas, grupo extremista palestino y en cierto modo esto justifica la reacción judía, pero es una reacción asimétrica, fuera de toda proporción.  

El grupo guerrillero Hamas se ha convertido en experto en iniciar conflictos con Israel y con la respuesta de este último, siempre violenta, hacer el papel de victimas del sionismo y proclamarlo al mundo entero. Aunque hay que hacer notar que se han encontrado cohetes en escuelas patrocinadas por la ONU, lo que habla mal del grupo Hamas. No cabe duda de que en un conflicto como este siempre hay inocentes que pierden la vida y muy lamentablemente mujeres y niños ajenos al conflicto; a esto hay que sumarle la destrucción de edificios, hospitales e infraestructura, cosa que viene a deteriorar la pobre economía de la Franja de Gaza.


El ejercito israelí se compone de jóvenes de alrededor de los veinte años, que aun con la atenuante de defender a su país van a quedar marcados con el trauma de la guerra, que no es poca cosa. Las victimas son de ambos lados. Dios ha de derramar lagrimas al ver que en la tierra santa se cometen estas atrocidades entre medios hermanos, recordando el pasaje de las escrituras relativo a Agar e Ismael, vemos que eso son.

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